La Península de Baja California

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Al noroeste de México, se localiza un largo y estrecho brazo de tierra de cerca de 1500 kilómetros de longitud y más de 3000 kilómetros de costa, que hace cerca de cinco millones de años fue separado del resto del territorio continental, como consecuencia del movimiento de la falla de San Andrés: la península de Baja California. En el espacio que dejó esa profunda herida, surgió uno de los mares más ricos del planeta, un inmenso acuario, hogar y refugio de miles de especies, conocido como el Golfo de California o Mar de Cortés.

Considerada como lejana e incógnita por su accidentada topografía y su aislamiento, la península de Baja California es poseedora de una geografía única. En ella es posible encontrar playas extensas, acantilados rocosos, ensenadas abrigadas, lagunas templadas, desiertos rugosos, apartados bosques de coníferas y largas cadenas montañosas.

El territorio entero pertenece a la nación mexicana y está dividida políticamente en dos estados: Baja California y Baja California Sur.

Además de la inmensa abundancia de vida en el mar que la circunda, en tierra firme la región abarca desde ecosistemas típicos de clima mediterráneo hasta vegetación de zonas tropicales estacionales, en donde viven cerca de 3500 especies de plantas vasculares, 180 especies de reptiles peninsulares y 109 especies de mamíferos; muchas de esas especies habitan el desierto y, por lo tanto, son vulnerables en extremo a su extinción.

Después de siglos de sequías la tierra se convirtió en desierto y, aunque mucha de su biodiversidad se perdió, una gran parte de su flora y de su fauna se adaptó a las nuevas condiciones extremas. Testimonio de ello es la gran variedad de figuras de plantas y, sobre todo de animales terrestres y marinos, plasmadas en los petroglifos y en las monumentales pinturas sobre roca encontradas en la Sierra de San Francisco.

Desde de antes de su descubrimiento, las leyendas y los mitos sobre la abundancia de perlas y oro que había en la que se suponía era una isla, despertó entre los expedicionarios de la época los más diversos intereses, motivando su descubrimiento, su exploración y su colonización, así como el inicio de la sobreexplotación de algunos de sus recursos naturales, en particular de los placeres perlíferos cuya extracción fuera prohibida por la Compañía de Jesús durante los casi 70 años que permanecieron en sus misiones en el siglo XVIII.

Afortunadamente, la excepcional belleza paisajística y la riqueza de la singular diversidad biológica de la península de Baja California, cada día son más valoradas en México y en el mundo entero, lo que ha dado lugar a que desde hace varias décadas, el gobierno, la iniciativa privada y las organizaciones de la sociedad civil, nacionales y extranjeras, unan esfuerzos para trabajar en favor de su conservación.

Sólo la asunción plena y la continuidad de ese compromiso permitirá a las generaciones venideras sentir la emoción del avistamiento de las ballenas y de tantas y sorprendentes criaturas marinas y terrestres que habitan la región, así como de sorprenderse con la inmensa blancura de las salinas de Guerrero Negro; con los microclimas de la Sierra de San Francisco y sus pinturas murales; con la imponencia de la Sierra de La Giganta; con las misiones de Loreto, San Javier y San Ignacio; con la riqueza del desierto El Vizcaíno; con las tranquilas playas de La Paz y Los Cabos; con sus diversas islas como Espíritu Santo, San José y Cerralvo, entre otras, así como con todos los maravillosos paisajes que nos ofrece este espléndido rincón de nuestra Tierra.